La necesidad de desarrollar una silla de ruedas completamente hecha de plástico en principio fue generada para pasar detectores de metal y para su uso en prisión, en donde cualquier pieza metálica podría ser utilizada como arma. Otra necesidad importante es en hospitales ya que las sillas metálicas no pueden estar cerca de las áreas de resonancia magnética.
Existen algunas marcas, sobretodo en el mercado americano, que ofrecen este tipo de sillas que además de cubrir las necesidades ya mencionadas, su peso es mucho menor que el de una silla de metal, esto es, entre 12 a 15 kg y son de muy bajo mantenimiento.
La estructura de algunas de estas sillas están hecha de ABS (acrilonitrilo butadieno estireno) o polipropileno (PP). El asiento, el chasis y el descansa-pies se moldean con poliéster PET grado ingeniería que ofrece buenas propiedades mecánicas e inclusive térmicas.
Los rines de las llantas están moldeadas por inyección con policarbonato (PC) y ABS, materiales que ofrecen la rigidez y resistencia mecánica para dar el desempeño.
El usuario de una silla hecha de puro plástico puede maniobrar con mucha más facilidad y son muy fáciles de plegar para su transportación. Otra ventaja es que como los plásticos no son tan conductivos como los metales, estas sillas no se calientan ni se enfrían con tanta facilidad.
En conclusión, nuevamente los polímeros ofreciendo nuevas posibilidades al ser humano.
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