Desde los biberones que utilizamos cuando somos bebés, los lentes que requerimos para ver hasta los automóviles y nuestros electrodomésticos, el policarbonato ha estado presente desde finales de los años 50’s.
El descubrimiento del policarbonato se le debe a tres investigadores.
El primero fue el químico alemán, Alfred Einhorn, quien en 1891 observó la formación de un sólido insoluble al reaccionar hidroquinona con fosgeno. Desafortunadamente el material no fue comercializado en ese momento y no fue hasta 1953 que el Dr. Hermann Schnell quien trabajando para la compañía Bayer AG, retomó este trabajo desarrollando la síntesis de un policarbonato lineal a partir de bisfenol A y fosgeno.
Al mismo tiempo, en Nueva York, Daniel Fox de la compañía General Electric sintetizó un policarbonato ramificado.
Ambas compañías aplicaron para la patente en 1955 pero se dieron cuenta que sólo una podría obtenerla.
Antes de que la oficina de patentes les diera una respuesta, las dos compañías acordaron que quien obtuviera la patente le daría licencia a la otra para acceso prioritario de la tecnología.
El ganador fue Bayer, quien empezó la producción comercial en 1958 bajo la marca Makrolon®, y como lo acordaron, General Electric comercializó el material bajo la marca Lexan® en 1960.
Por su resistencia, tenacidad, durabilidad, facilidad de formado, transparencia y propiedades de aislamiento térmico del policarbonato, se comenzó a utilizar en estuches de electrónicos, tales como los teléfonos y en los faros de vehículos.
Inicialmente el policarbonato era ligeramente café y fue en 1971 que Bayer encontró la manera de eliminar este color para producir un material claro como vidrio pero más ligero y con extraordinaria resistencia al impacto.
En la actualidad hasta muebles tenemos hechos de policarbonato.
Nuevamente un polímero formando parte de nuestra vida.